Época: Reinado Isabel II
Inicio: Año 1833
Fin: Año 1868

Antecedente:
Demografía y sociedad

(C) Germán Rueda



Comentario

Había grupos de marginados, entre los que destacaban los mendigos locales y los "mendigos forasteros" o vagabundos, que eran mayores o menores según cada localidad. Los primeros constituyen los llamados en la época pobres naturales de cada lugar, personas incapaces para trabajar por razones "justificadas": orfandad, viudez, enfermedad grave o vejez. En algunas monografías, como la de Camacho para la zona noreste de Badajoz, la denominada Siberia extremeña, se ha cuantificado el número de pobres "de solemnidad". En esta comarca el 3,8% de la población vive de la caridad pública. Como señala el autor, muchos de ellos son familia de jornaleros a las que, por una u otra razón, falta el cabeza de familia o incluso aquellas que deben vivir a expensas de sus convecinos por no alcanzar aquél el mínimo de jornales para alimentar a su familia.
El Censo de 1860 hace un recuento de los pobres de solemnidad que había en España y concluye con una cifra cercana a las 263.000 personas de las que el 68% eran mujeres, viudas en su mayoría. Las mujeres de jornaleros y otros grupos sociales sin patrimonio que enviudaban a cierta edad no tenían otra salida que la mendicidad. Era consecuencia de una sociedad sin ningún tipo de seguridad social y en la que las instituciones benéficas (eclesiásticas o no) habían sido descapitalizadas, o sencillamente suprimidas en el caso de los religiosos.

Una categoría especial de personas, la mayor parte de las veces tipificados como mendigos y otras como vagos, son los enfermos. En 1860 se censan 75.000 (64.000 ciegos e imposibilitados y 11.000 sordomudos).

Los vagos (vagabundos) eran inadaptados sociales, frecuentemente ociosos que se confundían con los enfermos mentales y borrachos que pululaban por los pueblos españoles. La legislación represiva incluía desde los delincuentes, falsos romeros, gitanos, hasta aquellos que compartían su vida entre las botillerías, los caminos y la calle. Eran en conjunto de 100.000 a 200.000 personas, según los diversos autores recopilados por Rosa Pérez Estévez. Si bien algunos miles vivían en las ciudades (especialmente Madrid), la mayoría habitaba en medios rurales (en una proporción de siete a uno), sobre todo en la España del sur, aunque sin vecindad fija. Frente a ellos, como señala Domínguez Ortiz, hubo dos respuestas:

- La del clero, especialmente los religiosos, que ejercían la caridad a través de las múltiples instituciones hospitalarias y benéficas, la alimentación (la "sopa boba") y la limosna.

- El Estado, que optó por utilizarlos como soldados y trabajadores de obras públicas a través de las periódicas levas forzosas.

Otros marginados eran personas cuya situación estaba controlada por la sociedad, en la medida que se encontraban recluidos en centros públicos o privados, pero no por ello se encontraban más al margen de ella. Son, por ejemplo, presidiarios, enfermos en hospitales y expósitos.